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Llevo dos años como voluntaria en FM4

Sofía Montserrat Matus nos relata su experiencia de trabajo humanitario en FM4 Paso Libre

Comienza con un “voy para ayudarle a mami”. Pensaría que es un caso de migración económica, pero conforme se atreve a ir compartiendo sus sentimientos y las experiencias violentas que ha atravesado, su relato va tomando forma de migración forzada. Espero a que el chico de pelo rizado suba la mirada y continúe con nuestra platica fortuita un miércoles por la tarde, “yo trabajaba en un taller junto a varios chicos más de mi edad, una mañana yo salí más temprano que mi vecino, ya había avanzado unas cuadras cuando me alcanzó mi mami y me dijo que habían matado a Miguel, mi vecino, regresé corriendo a mi barrio, encontré a mi amigo tirado en el piso con 13 balas en el rostro”.

 

La mayoría de las niñas, niños y adolescentes (NNA) migrantes no acompañados que llegan a México provienen del triángulo norte de Centroamérica, entran a este país de manera irregular a través de caminos inhóspitos y peligrosos por donde pasan las líneas imaginarias de las fronteras exponiéndose a diversos riesgos, pero la imagen del tren, la de caminar 3 días seguidos, la de desaparecer, la de ser asaltado y agredido por grupos delictivos y autoridades, es menos aterrador que la imagen y el dolor de volver a ver a un adolescente de 15 años acribillado en la banqueta.

 

Llevo dos años siendo voluntaria en FM4. Cuando entré a la organización, el comedor que brindaba la ayuda humanitaria había sido cerrado por cuestiones de seguridad en la zona donde se localizaba, así que recorríamos las vías del tren en busca de migrantes. El primero que me tocó conocer y atender fue un adolescente de 17 años, yo tenía 20, él estaba en las vías del tren esperándolo: me acerqué, jamás imaginé que sería tan joven, le ofrecí las galletas de avena que mi mamá había horneado, el sol se estaba ocultando, el frío se sentía en la punta de la nariz, las palabras entre los dos fluían, platicamos unos minutos hasta que el sonido del tren lo alertó, comenzó rápido a alistarse, me preocupé, deseaba poder ofrecerle algo más que galletas, le ofrecí más galletas, se mantuvo a un lado de la vía y esperó, el tren pasó, rápido como siempre y se detuvo unos metros adelante, él iba a correr pero antes volteó, me sonrió y me dijo adiós, tan casual como cuando haces un amigo en el aeropuerto o en la playa, no tuve tiempo de sonreír, él ya iba rumbo al tren y yo seguía sumergida en mis pensamientos sobre las galletas de avena y sus posibles funciones.

 

 

Ahora FM4 se ha convertido en albergue. Fue emocionante saber que ACNUR y la Embajada de Australia financiarían el proyecto, que creían en nuestras capacidades y sobre todo, nos confiaban esa gran responsabilidad de proveer un lugar seguro y servicios médicos, psicológicos y jurídicos a las personas migrantes y refugiadas.

 

Las personas refugiadas son un nuevo reto, ya que la dinámica, cuando éramos comedor, se basaba en atender personas en tránsito y cuando alguno decidía quedarse, se canalizaba a una organización que pudiera otorgarle hospedaje. Ahora, ajustándonos a la nueva realidad de que México ya es considerado como lugar de destino, FM4 y ACNUR están en constante comunicación para que el derecho al Asilo y al Debido Proceso no sean violados, y que todos los solicitantes se encuentren a salvo antes, durante y después del trámite.

 

Por eso es que hay una lucha por promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas, ya que en Guadalajara la criminalización del migrante y el refugiado se repetía día con día, al igual que la impunidad e indiferencia frente a los delitos cometidos contra ellos. Pero es interesante también observar cómo las personas se van informando y conociendo la realidad de la migración y cómo se acercan a convivir y sobre todo, a participar en actividades que realizamos en conjunto con los migrantes, yendo repetidas veces a limpiar la zona de las vías del tren o realizando eventos culturales dentro del albergue; esto ha dado como resultado que la sociedad en Guadalajara e incluso en otros estados sea uno de los pilares que mantienen a FM4 funcionando ya que, como se los comentamos a los migrantes, la ropa que les damos y la comida que preparamos no sería posible sin las donaciones de las personas que se acercan a cooperar.

 

Otro apoyo importante, que sobre todo nos ha ido guiando en nuestra nueva dinámica de albergue, ha sido el trabajo en conjunto con Médicos Sin Fronteras, ellos se encuentran en varias casas del migrante y este año un médico, una trabajadora social y una psicóloga se integraron al equipo para brindar una atención completa e integral que al final del día los migrantes y refugiados agradecen infinitamente, viéndose reflejado esto en el momento en que los migrantes salen de la casa preguntando cómo pueden donarnos unos dólares ya estando arriba, uno sólo sonríe y les pide que mejor escriban al perfil de FM4 en Facebook avisando que llegaron bien.

 

 

El pasar tiempo con los adolescentes migrantes me hizo identificar un brillo en su mirada que delata la esperanza y fortaleza con la que van viajando aunque por momentos su rostro se llene de frustración e incertidumbre, que aunque ellos no sean unos niños y yo sea mayor que ellos por 5 o 7 años, se dejan consentir, se sientan a escucharme mientras les leo un libro, se ríen cuando les advierto que no habrá postre si el plato de comida que tienen no se acaba, se emocionan cuando les comento que he encontrado una misión especial que asignarles y me detestan cuando descubren que la misión se localiza en la cocina; me juzgan de infantil por invitarlos a brincar la cuerda pero terminan saltando con los colochos despeinados mientras le gritan al amigo que venga a unirse al relajo, a la alegría de poder tener un día en el que hubo qué comer, en el que no se brincaba de vagón en vagón para escapar de ser víctima de algún delito, en el que se sienten respetados y aceptados. Cuando se da la oportunidad, les propongo a los adolescentes dibujar, les pido que pongan una de sus dos manos sobre la hoja blanca de papel que les acabo de dar y mientras calco el contorno de la que eligieron, les explico que con esas manos han logrado y lograrán lo que se propongan, “con estas manos has trabajado, has cruzado fronteras, has ayudado a tus compañeros, has brincado muros o nadado ríos, has llegado hasta acá a tocar la puerta del albergue, con estas manos lo vas a lograr”. Se quedan asombrados de por qué antes no se dieron cuenta de todo lo que han hecho, luego les explico que tienen que colorear su mano, llenarla de formas que los representen, con la finalidad de que al observar esa mano se descubra el autor.

 

 

En los últimos años ha aumentado el flujo de NNA migrantes centroamericanos no acompañados. Tan solo en 2015 se contabilizaron alrededor de 17 mil menores de edad según datos de Human Rights Watch, quienes huyen del triángulo de la violencia establecido en sus países de origen, lo que los convierte en posibles candidatos para ser reconocidos con la condición de refugiado; frente a este fenómeno desde mi punto de vista hacen falta alianzas entre el gobierno, la sociedad civil y organismos internacionales para garantizar y promover la seguridad, el bienestar y desarrollo de los NNA migrantes y refugiados que llegan a México, a Guadalajara, ya que tras su captura por autoridades migratorias son trasladados a albergues inadecuados o incluso encerrados en estaciones migratorias, violentando de esa manera sus derechos humanos, mientras esperan ser deportados o la resolución de algún trámite administrativo en relación a su condición migratoria.

 

Hoy en día en el albergue sé que les puedo ofrecer más que una galleta, pero el objetivo es brindarles un lugar donde se sientan a salvo, estudien, crezcan, emprendan, trabajen y por qué no, aprendan también a hacer galletas, a mejorarlas, a compartirlas y a disfrutarlas.

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